sábado, 5 de julio de 2025

Panoramic 34

No voy a mentirte. Odio y amo la vida. Esa puta forma en la que el Universo siempre nos trae aquello que necesitamos, aunque mucho diste de lo que queremos. No, nunca me ha caído bien Dios y, sin embargo, le estoy tan eternamente agradecida... Ese gran hijo de puta que me empuja siempre al borde del precipicio, sólo para acabar dándome la mano un segundo antes de despeñarme en el vacío. ¿Se puede ser más sádico? ¿También más jodidamente compasivo? Hoy he visto una gaviota planeando entre la nada y la bóveda celeste. Había tanta poesía en su inconsciente confianza en el todopoderoso que no hace nada... Querría ser como ella. Dejarme ir. Como todas esas veces en que me he rendido a la omnisciencia de mi destino y todo ha ido mucho mejor que cuando me he resistido a los designios que el Universo había planeado para mí. Mírame. Estoy aquí. A 34 plantas sobre el suelo. Negando la existencia de una inteligencia superior a mi ego, alguien que sabe y entiende lo que yo sólo intuyo, que tengo una vida que no me merezco, personas de oro que acolchan mi duelo, rayos de sol que penetran mis ojos hasta incendiar la última célula de mi cuerpo a la deriva. No creo en la sociedad de las relaciones líquidas, pero es tanto lo que la tecnología ha aportado a mi vida... Esa distancia física diluida en mensajes certeros, almas afines que siempre consiguen encontrar el camino que conduce a mi centro de gravedad. Mujeres, que tan pronto regalan mar como nieve. Hombres, que proporcionan vino cuando tu mundo se hunde y que leen los libros que yacen desnudos en la mesilla de noche de tu dormitorio sombrío. No, no sé qué he hecho para merecer todo esto, ni cómo podré devolver el crédito. Os miro y sé que siempre estaréis ahí cuando el suelo desaparezca bajo mis pies. Vuestra sempiterna presencia es mi súper poder. Pero nadie se da cuenta. Vosotros sois lo único extraordinario que hay en mí, la palanca capaz de movilizar mil millones de galaxias, el principio y el final de todo lo que importa. Me dejo llevar. Por el impulso que me incitó a madrugar para colisionar contigo; por la fuerza centrípeta que me ancló a ti cuando mi mente sólo quería alejarse de tu ambigua forma de abrazarme; por la compasión que me incitó a transgredir la frialdad del país que alumbró la riqueza de tu aura sin mácula. Mírame. Aquí estoy. Otra vez transida de sentido, sin saber qué coño estoy diciendo. ¿Soy el continente o el contenido? O, quizá, sólo el lento parpadeo de todos tus sentidos...

martes, 1 de julio de 2025

Agujeros negros (III)

Mi espalda en tu mano. Ave tranquila. Llanura sin grietas. Tierra fértil, preñada de vida. Trato de obviarlo, de fingir que no siento todo lo que siento y que tú no eres el epicentro del desastre. Habría sido hermoso. Ser como ellos, carne sin cuerpo, cerebro sin tiento, estúpido invento. Te miro y sé que ninguno de los dos aprenderemos el lenguaje del desierto de los días sin bruma. Tú y yo somos eterna pregunta, cero certezas, inconmensurable duda. Ésa es nuestra fuerza. También nuestra gran debilidad. Ellos lo intuyen. Les atrae la forma en la que el sol nunca termina de ponerse en nuestras fronteras; pero los asusta esa oscuridad perenne que circunda el contorno de nuestra sonrisa más sincera. Quiero escapar de aquí. Volver al planeta que alumbró nuestros destinos. Pero no recuerdo el camino y no sé si tú estás dispuesto a recuperar la senda divergente que conduce al agujero más negro de toda la galaxia. Así que permanezco inmóvil. Mis omóplatos agrietados por el tacto de tu inquietud serena. Explícame cómo enunciar el inefable latido que aletea entre tu corazón y el mío. O, quizá, sea mejor así. Dejar que todos lo sientan, sin que nadie lo entienda.