miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cambiando el mundo (I)

El papel está caliente, con la tinta aún fresca, recién salido de la impresora. Lees las letras que forman las palabras que construyen las frases que edifican el mensaje que querías transmitir. Asientes con la cabeza, orgulloso del resultado obtenido y, después, lo tiras todo a la basura. El mundo aún no está preparado para escuchar ciertas cosas, pero tú necesitabas comprobar que eras capaz de escribirlas. Satisfecho con el trabajo realizado, sales a la calle y caminas lentamente hacia tu casa. Todos piensan que el atropello es un accidente. Qué otra cosa podía ser. Nadie sabe realmente lo molesto que podrías haber llegado a resultar. Nadie excepto los que te vigilaban desde hace tiempo y ordenaron tu eliminación. Nadie excepto esa señora de la limpieza que, curiosa, se detiene a leer el papel arrugado, ya casi tan helado como tu cadáver. No termina de entenderlo, pero intuye su importancia. Por eso lo lleva a casa y se lo enseña a su hijo, que, anonadado, decide difundirlo por internet. Es curioso, incluso un muerto puede cambiar las cosas.

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