sábado, 4 de mayo de 2013

La masa aplaude

A veces escribo cosas sin sentido, sin que me importe lo que los demás puedan pensar o crean adivinar. No soy yo quien lo decide. Nunca he controlado los actos de mis palabras. Mucho menos las consecuencias de sus actos. No es que me lave las manos, como Pilatos, es que no puedo asumir una responsabilidad que me es ajena, extraña, externa. Aunque no me creas, esto no va de ti ni de mí, sino de otros que viven sin vivir. Siempre ha sido así, pero el número de sordos se ha multiplicado exponencialmente con el transcurso del tiempo. Ya nadie escucha las historias que flotan en el aire y se enroscan en las muñecas de venas palpitantes. Los escritores prefieren hablar de sí mismos. También la gente corriente. Me gustaría que ése fuera mi caso, pero si hablara de mí significaría que sólo soy un personaje de ficción. Cogito ergo sum. El método era bueno, pero Descartes se equivocó con la verdad indubitada. Esta noche de farolas encendidas y velas apagadas se escapa por las ranuras de la puerta blindada. Me pongo a dieta, con la esperanza de ser tan delgada como ella y lograr así huir de esta prisión de trajes y corbatas negros y grises, tan oscuros como el tiempo del destierro. A veces lloro. Otras no. El silencio del reloj no detiene el lento avance del tiempo. Tus dedos tapan dos agujeros de la flauta. Tu boca sopla un pedazo de viento. La masa aplaude. Yo no.

2 comentarios:

Yeamon Kemp dijo...

Me ha encantado esta entrada. Quizá porque me siento identificado. Quizá porque parece escrita desde una rabia contenida y del tirón. Quizá porque mezcla con maestría verdades que podrían parecer inconexas. Seguramente por todo lo anterior junto.

Maravilloso.

moonriver dijo...

Lo que me recuerda una cita de Unamuno: "Si yo no os dijese algo que sin vosotros saberlo esté escrito en el fondo de vuestras almas, no me leeríais".