lunes, 1 de diciembre de 2008

César

Sus menudos pechos desafían valientemente a la gravedad y César, por más que lo intenta, no puede dejar de estudiarlos detenidamente. Cuando sus amigos empiezan a hablar de tetas gigantescas y redondas, él les sigue la corriente y finge que también le gustan. De hecho, siempre se lía con tías de bandera: altas y esqueléticas, rubias de bote con raíces negras que ocultan su rostro anodino tras una impenetrable capa de maquillaje y, por supuesto, con tetas enormes a punto de reventar como consecuencia de una sobredosis de silicona. Si no saliera con esa clase de tías la gente no lo entendería y comenzaría a hacerle preguntas incómodas y difíciles de contestar sin incurrir en lo políticamente incorrecto. No le gusta amasar tan magnas ubres, pero lo hace porque es lo que todos esperan de él y César no quiere decepcionar a nadie. Afortunadamente, las barbies siliconadas nunca se quedan a dormir y él puede hacerse una buena paja evocando los diminutos y puntiagudos pechos de Elisa. Le gusta observar cómo cambian de forma y colocación dependiendo del sujetador que ella escoja. Y por más que lo intenta es incapaz de escoger entre las camisetas ajustadas que resaltan la escasez y casi inexistencia de tan maravilloso busto o los jerseys anchos que impiden adivinar el tamaño exacto del fruto de su deseo. Sabe que nunca podrá acariciarlos para comprobar su consistencia, que nunca podrá besarlos para determinar el sabor exacto de los mismos. Porque Elisa no es alta ni baja, ni gorda ni flaca, ni rubia ni morena, porque casi nunca usa maquillaje y desconoce la silicona que otras atesoran tras sus pezones de acero. Porque Elisa pasa desapercibida para todos, menos para César, camuflándose en el paisaje gris que la rodea, minimizando la importancia de unos pechos perfectamente imperfectos, siempre callada en medio de la algarabía general del ambiente universitario.

5 comentarios:

anselmo dijo...

Pobre hombre tonto que hasta en eso se basa en el que dirán...triste marioneta de ser humano

Anónimo dijo...

"Las barbies siliconadas nunca se quedan a dormir", me pregunto qué tipo de arreglo tendrán en su propia cama que no quieren quedarse en la ajena.

Señor Insustancial dijo...

Como hombre (bueno, lo justo, no te creas) me apunto al devocionario de las chicas normales, incluso gafotas y empollonas. Si escriben bien mejor que mejor...

Bueno, a lo que iba, una reflexión: veo a muchos chicos guapetes con chicas normalitas pero, la verdad, nunca veo a ninguna über hembra colgada del brazo de un tipo vulgarote o, por ejemplo, con unos kilos ¿No será que ese fanatismo por la belleza exterior afecta ahora mucho más a las mujeres? Cosas mías, seguramente.

moonriver dijo...

Anselmo, no sé muy bien si a César se lo puede definir como una marioneta. Al fin y al cabo, una marioneta deja de serlo en el momento en que es consciente de su condición y César es perfectamente consciente de que nunca hace nada que pueda desagradar a la gente de su entorno.

Santa, las barbies siliconadas nunca se quedan a dormir en casas ajenas, que no pueden arriesgarse a que nadie las vea a primera hora de la mañana y sin estar debidamente tuneadas.

Señor Insustancial, las mujeres siempre están dispuestas a liarse con una buena cuenta corriente, aunque el titular de la misma sea feo, gordo y viejo. No pensarás que las súper modelos que siempre van colgadas del brazo de Briatore están con él por su belleza interior... ¡Ay! ¡Cómo me gustaría servir para ser una mantenida! Me habría ahorrado muchas horas de estudio y sufrimiento. Una pena no haber nacido con el gen necesario para ello.

flanaguillan dijo...

Las personas que pasan desapercibidas, a veces, son las más interesantes...

gracias por los ánimos, últimamente los necesito más que nunca.

bsos!