martes, 17 de mayo de 2011

Helio

El globo se empequeñece cada día un poco más, a medida que el helio se fuga de su interior. Ya no vuela, sino que yace pegado al suelo, agonizante, esperando el día en que sólo sea un pedazo de plástico sin sentido ni razón alguna para no ser arrojado a la basura. Supongo que lo mismo ocurre con tu amor por mí. Se empequeñece cada día un poco más, a medida que fallecen las hormonas que provocaron su nacimiento. Ya no vuela, sino que yace pegado al suelo del tedio y la rutina, agonizante, esperando el día en que sólo sea una chispa sin sentido ni razón alguna para no ser apagada definitivamente entre las yemas de tus dedos gordo e índice. O puede que yo sea el helio que se escapa de tu interior, vaciándote, impidiéndote volar, anclándote al suelo, agonizante, esperando el día en que sólo seas uno más de los miles de autómatas que pueblan esta impersonal ciudad. Nadie especial, tan sólo un hombre gris más, de ésos contra los que luchaba Momo. Un trozo de carne sin sentido ni razón alguna para no ser arrojado a la basura. Pero, ¿cómo se impide que el helio ascienda hasta las nubes?

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