lunes, 22 de agosto de 2011

A media luz

A media luz todo se ve mejor. Tus ojos reflejados en el televisor, tu mano derecha tratando de desabrochar mi sujetador, el extraño color de tus ojos entre miel y marrón. La tarde de agosto había sido total y absolutamente improductiva. Mil conversaciones insustanciales carentes de cualquier atisbo de acción derivaron en un atardecer lento y farragoso que iluminó tus intenciones más oscuras y mis deseos más sombríos. A media luz todo se ve mejor. Nuestro beso reflejado en el televisor, la liberación de mi sujetador, tu oreja acariciada por mi dedo corazón. Fue un atardecer eterno e inenarrable, que no tiene sentido tratar de describir. Un atardecer de luz tamizada y contornos diluidos, de colores ocres y amarillos, de sudores vespertinos y palabras que nunca nos dijimos. A media luz todo se ve mejor. Nuestros cuerpos reflejados en el televisor, el suelo cubierto por mi sujetador, el mordisco que no me devoró.

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