domingo, 16 de diciembre de 2012

Los domingos

No tenía que haberte conocido en domingo. Los domingos siempre llevo pantalones que no me decido a tirar hasta que logro terminar de romper o reventar y camisetas pasadas de moda a las que no prendo fuego ni destierro de mi armario con la vana esperanza de que, algún día, volverán a ser lo más in del mercado. Los domingos tengo el pelo sucio y grasiento, producto de una larga noche de sábado de bar en bar y de pub en pub, de ambiente híper cargado, a pesar de la ausencia de humo. Los domingos restos de rímel coronan unas ojeras cada día más profundas y turbias, que marcan las horas insomnes de todos los fines de semana en los que no fui capaz de irme a la cama a una hora decente. Los domingos son días perdidos y aburridos, el epílogo de 48 horas lúdico festivas y el preludio de una semana de trabajo huracanado. Los domingos soy sólo un despojo de lo que puedo ser, un ser triste e inerte que vegeta en el sofá frente al televisor y cruza los dedos para que el hedor de la basura no termine de ahogar las pocas ganas que quedan de ser feliz, un animal herido que sólo sale a la calle cuando se requiere de manera imperiosa encontrar una tienda que, a pesar de abrir en festivo, no te arranque ambos riñones por su servicio de suministro de las provisiones que deben adquirirse ahora o nunca. Los domingos no estoy para nada ni para nadie, simplemente no existo. Maldita sea. No tenía que haberte conocido en domingo, pero habría sido imposible conocerte cualquier otro día.

No hay comentarios: