sábado, 12 de enero de 2013

El móvil (I)

Contempla el móvil. No quiere hacerlo, pero no tiene otra opción. Lentamente, desliza la tapa trasera del teléfono, extrae la batería y comienza a hurgar entre sus tripas, hasta destrozar el último rincón de sus entrañas. En alguna parte debe ocultarse el número que jamás debió borrar, pero no sabe encontrarlo. Una pena no ser ingeniero informático. Se trata de una derrota fácilmente predecible, pero necesitaba intentarlo, asegurarse de que, esta vez, ponía toda la carne en el asador. No tenía que haber pulsado la opción de eliminar contacto. Debería haber previsto su futuro arrepentimiento. El amor consistía en eso, en seguir un impulso absurdo dictado por un orgullo demasiado altanero como para merecer ser escuchado, para acabar tirando a la basura un iPhone de última generación en un intento desesperado de recuperar lo que antes se había esforzado en perder. El absurdo del amor. La inconsistencia del amor. La irracionalidad del amor. La animalidad del amor.
 
Mientras, a 3 kilómetros de distancia, un cuerpo de mujer acostado en el lecho del blanco fondo de una bañera vacía contempla la infinita blancura del techo. Debería abrir el grifo y dejar que corra el agua. Lavarse o ahogarse. Poco importa. Pero tiene miedo, miedo de que todo se reduzca a una limpieza de primavera. Y no quiere. No puede. Necesita conservar sus huellas sobre su piel. Y qué si comienza a oler rematadamente mal. No volverá a dejar que nadie se acerque lo suficiente como para notarlo. Las distancias cortas duelen cuando se alargan. No volverá a pasar por esto. No volverá a suplicarle a sus pulmones que dejen de respirar. La blancura del techo. La blancura de la bañera. ¿Por qué entonces todo parece tan negro?

1 comentario:

moonriver dijo...

Aviso para navegantes: A diferencia de casi todo lo que publico en este blog, éste es un relato cerrado, acabado, terminado, con un principio y un final delimitados. Éste el principio. El final vendrá marcado por la palabra FIN. Durante unos días no publicaré otra cosa (o quizá sí, nunca he sido capaz de controlar mis impulsos literarios).