lunes, 18 de marzo de 2013

Marzo (IV)

Un haz de luz alumbra tu espalda, convirtiéndote en la estrella polar de los pies de mi cama. Aprietas el interruptor y cierras la puerta del baño, volviendo a sumir en tinieblas nuestra existencia. Nunca se me dieron bien los polvos de madrugada, pero contigo es fácil palpar la noche y retrasar la aurora. No quiero volver a ver los mundanos contornos que nos rodean. Sólo quiero sentir tu respiración entre mis piernas y tu lengua en mis entrañas, saber que, por primera vez, no me he equivocado ni de tiempo ni de lugar, aunque todos opinen lo contrario. Recorrer esta carretera desierta sin extrañar la ausencia de vida. Que tu saliva calme mi sed. Que tus dientes se hinquen en mi piel. Rezar un puñado de rosarios para agradecer este milagro. Darnos cuenta de que Dios nos ha mirado y aprobado, porque yo salí de tu costado y tú eres un dibujo de su mano. Soñar con la fuerza del viento y la celeridad del tiempo, que anuncian la llegada de una primavera helada, desangelada, despoblada y desflorada. Saber que, aunque todo pasa, algo queda. Tus pestañas en mi almohada. Mis gemidos en tu mirada. Nuestro amor en la pantalla.

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