He vuelto a soñar contigo, a enhebrar mi risa entre tus labios, a ser presa de una idea que no es idea, sino certeza ambigua, locura espuria, delirio invertebrado, profecía elíptica y capicúa, que ni sé ni quiero evitar. Repto entre los pliegues de la noche, esculpiendo desastres a los que nadie más se atreve a dar forma. Los robé de la zona más clandestina de tu cerebro, ésa en la que no dejas entrar a nadie, pero que yo allano de madrugada, cuando tú yaces víctima del mazazo de Morfeo. No, no me asusta lo que hay allí, porque tus demonios son idénticos a los míos, aunque menos agresivos. Me miran, curiosos, pero no me atacan. Sólo me acarician, melifluos, hasta que yo les devuelvo el gesto y, entonces se enroscan en torno a mi antebrazo derecho y guían mi mano sobre el papel, dando vida a todo lo que llevas dentro, sin ser siquiera consciente de ello. Despierto. Te siento, tan adentro y, a la vez, tan lejos. El deseo es una trampa que nunca he sabido cómo esquivar. Hurgo en cada uno de mis huecos. Encuentro espectros, retazos de las vidas que desdeñé por no ser lo que buscaba. Regreso al centro, a ese faro que palpita justo debajo de mi ombligo. Me dice que espere. Que el momento se acerca, pero aún no ha llegado, que no estamos preparados para encarnar todo lo que hemos imaginado, aquello por lo que descendimos de las nubes, todo lo que la Mariposa tatuó en nuestras neuronas de alabastro. No sé qué hacer con todo esto, así que yo también lo entierro, rezando para no presenciar nunca la resurrección de todos nuestros muertos.
Paranoias de una lunática
Blog en el que buceo en universos paralelos distantes y distintos encerrados en el centro de un protón del núcleo del átomo de mi existencia.
miércoles, 21 de mayo de 2025
martes, 20 de mayo de 2025
No sé
No sé cómo llegar a ti, cómo explicarte mi verdad o desvelar la tuya sin que ninguno de los dos sienta la imperiosa necesidad de huir. No sé cómo convertirte en hogar o cómo ser yo tu cabaña en el bosque, refugio idóneo para tu alma ermitaña, coraza inexpugnable que proteja tu corazón aviar. No sé cómo dejar de sentirte bajo la piel, barco de papel navegando sin rumbo los canales de mis venas, monstruo abisal que encarna mis peores temores. Pero tampoco sé cómo aflorarte a la superficie, mirarte a los ojos sin duda y decirte "yo soy todo aquello que late entre tus sienes desde mucho antes de llegar a rozarse las larvas de nuestros secretos más ocultos". No sé solidificar el eco de las vidas que no fueron, ni anticipar la forma del futuro que rehuimos. Trato de aferrarme a este presente diletante, que provoca urticaria a quienes no veneran a Apolo y a Afrodita, pero no sé cómo retenerlo entre los párpados. Se me escurre entre los dientes, igual que tú, cada vez que el universo estrella las olas de tus silencios contra las orillas de mis metáforas abiertas en canal. No sé dar sentido a nuestros desastres compartidos ni a nuestras certezas divergentes. Pero sí sé que te equivocas al creer que me merezco a alguien mejor de lo que tú te piensas y que yo no tengo razón al considerar que mis protuberancias jamás podrán colmar tus huecos.
jueves, 8 de mayo de 2025
¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida?
¿Cómo estás? ¿Qué es de tu vida? ¿Con qué brazos abrigas ahora tu melancólica nostalgia? Yo vomito tinta todos los días (aunque no siempre sobre el papel), bailo a solas por las noches y trato, en vano, de convencerme de que he cerrado heridas que continúan sangrando las madrugadas de luna llena. Despierto siempre antes de tiempo, la cabeza anegada de fantasmas tan míos como ajenos. No consigo despegarlos de la punta de mis dedos, forman parte del tiovivo de mis huellas dactilares, ululan bajo mis uñas, epilepsian mis falanges, hasta descoyuntar todas las articulaciones de mis manos. No, no es un desastre. El desastre es que la gente no entienda que toda yo soy una tumba de secretos susurrados desde universos paralelamente divergentes al nuestro. No, tú tampoco lo comprendiste. Te asustó esa pena que me embarga en los días más alegres, cuando todos ríen y flotan en la ligereza de la ausencia de problemas y yo intuyo la corriente soterrada que brama bajo sus pies dichosos. No supiste digerir la hondura de los silencios que latían en cada uno de los tequieros que no decía. Te dejaste engañar por la brillantez de mi sonrisa a prueba de desgracias, ignorando la lluvia que anegaba las canciones que me servían de tabla de salvación. No, no quisiste aceptar que una mujer prendada de poetas tísicos y suicidas inventara extrañas formas de toser sangre y arrojarse a las vías del tren. Pero, especialmente, no quisiste ver todo lo que implicaba que yo me enamorara de ti.
sábado, 5 de abril de 2025
El cuerpo
El cuerpo manda. Sabe lo que le conviene y lo que no. Se tensa ante la amenaza
de aquello que lo desgarra desde dentro y se ablanda con la proximidad de todo
lo que ansía. El cuerpo tiene razones que la razón no entiende. La carne SABE.
El tacto recuerda. Tu mano se ancla a mi brazo porque ambos se pertenecen desde
tiempos tan pretéritos como inciertos. Mis labios beben el sudor que exuda tu
cuello porque no hay otro líquido capaz de saciar su sed hambrienta. El mundo no
se da cuenta, pero cada vez que te me acercas pierdo e, inmediatamente después,
recupero mi eje. Eres astro y satélite de mi infinito universo de
imposibilidades, agujero negro que fagocita todo aquello en lo que yo creía que
creía. ¿Nunca has soñado con los ojos abiertos? ¿Por qué desconfías de tales
imágenes? LA VERDAD habita en las pupilas, no en el interior de los párpados.
Por eso pestañeamos tanto. Necesitamos desdibujar el cuadro para continuar
navegando en la mentira. Pero el cuerpo tiene razones que la razón no entiende
y, cuando nos grita, atisbamos por un segundo la nitidez de la realidad que
hemos tratado de ocultarnos y ese cristalino espectro nos perseguirá con saña
hasta el día en que, por fin, VIVAMOS.
martes, 1 de abril de 2025
10 días
Hay una fecha que me persigue, una fecha que no sé si es profética o nigromante,
una fecha clavada como lanza en mi costado, una fecha que me desgarra, sin que
hasta ayer fuera consciente de que lo hacía. "10 días y 11 años nos separan"
estuve a punto de escribir un día, pero no quise asumir la posibilidad de que
pudieras llegar a leerlo y pedirme explicaciones. Ahora es distinto, porque
ahora entiendo que nunca he hablado de ti, ni siquiera de nosotros, sino de mí.
El problema es que esa fecha ya no es Tuya sino Suya, aunque no sepa aún el
abismo de años que separa nuestras existencias. Así que no puedo escribir lo que
debiera y he de conformarme con los días que median entre su alumbramiento y mi
nacimiento. Todo lo demás es bruma o, tal vez, rocío de primera hora de la
mañana. Todo lo que no entiendo, pero que intuyo de manera meridianamente clara,
acabará por dinamitarme en mil pedazos; pero ya no me importa, porque sé que
morir es la única forma de aprender a resucitar. Tú (antes, Él) también lo
adivinaste y por eso te dejaste arrastrar por la corriente, hasta ahogarte en
las aguas de la desesperación. Creías que deberías haber luchado por salvarte,
pero rendirte era en realidad la única opción de preservarte. Lo sé bien. ¿Quién
no depone las armas para evitar la aniquilación de lo que ama? No es cobardía,
sino necesidad y no hay nadie más valiente que el que antepone lo que necesita a
lo que quiere. No me hagas caso. Yo sólo sé que no sé nada e incluso de eso
dudo. También sé que marzo se acaba, aunque pronto continuará esa lluvia que me
ahoga, sin lavarme de pecados y miedos, de inseguridades y recelos. Sé que la
fecha se acerca y que, cuando parezca que nada ocurre, será justo cuando todo
esté pasando. Sé que lo extraordinario habita en lo cotidiano y que sólo el
asombro puede protegernos del olvido de todo lo importante. Sé que ninguno de
los Dos podrá salvarme; pero, como dije una vez (o, al menos, pensé decir), yo
sólo quiero alguien que camine conmigo hasta el cadalso. Sé que no sabes cómo
hacerlo, pero algún día aprenderás a avanzar a tientas y dejarás de estar
encandilado por mi luz para pasar a enamorarte de mi oscuridad. Sé que nunca he
sabido de qué hablo cuando escribo; pero que, en algún momento, todo esto
adquirirá sentido. Sé que seguiré escribiendo de Él (antes, Tú) porque lo que no
ocurrió fue mucho más hermoso que aquello que podría haber pasado. Y sé que
ahora que he comenzado a escribir de Ti (antes, Él), de alguna forma, estoy
aniquilando la improbable posibilidad de que algo suceda. También sé que poco
importa, porque nada de lo que realmente ocurre ha tenido alguna vez algo que
ver con la voluntad de sus actores.
martes, 4 de marzo de 2025
París nunca fue una fiesta
Mi fe esquiva. El miedo inyectado. El tacto obtuso. París nunca fue una fiesta, pero yo tiendo a bailar en sus calles enmohecidas de ilusiones perdidas y artistas tuberculosos de pobreza, aunque plenos de talento. Bailo igual que lo hacía en la calle San Bernardo, cuando todo se hundía a mi alrededor; porque yo sólo soy feliz cuando la punta de mis dedos roza el aura del apocalipsis. Te digo que todo irá bien, con la esperanza de que una nueva desgracia me estruje pronto el corazón, sirviéndome de excusa para postergar mi ofrecimiento en sacrificio en el altar de mi destino. Mira el nivel del Sena. La inundación lame las suelas de nuestros zapatos, pero nosotros fingimos que nuestra piel agrietada por el sol de los vencedores no puede ahogarse en la corriente que azota el cuerpo de los mortales. Ése fue el gran error de Napoleón. También el de Hitler. El narcisismo te encumbra sólo para destruirte más fácilmente. Gracias a Dios, tú y yo nos odiamos tanto a nosotros mismos que es imposible que minusvaloremos la omnipotencia de la nieve y el frío. Siente el viento veteado de rencores pasados y amores prohibidos. Deja que te corten la cara sus aullidos y luego grita tú todos tus desastres, antes de sentarte al piano y verter en sus teclas tus tristezas más oscuras. El dolor es un rugido que no sabe cómo abrirse paso entre los dientes, así que abre la boca y deja que se escape.
miércoles, 12 de febrero de 2025
Mapas (VII)
Recuerdo el miedo trepando por la espalda, enredándose en los brazos, hasta secuestrar mis manos. Recuerdo el mantra que repetía para sentirme segura, mantra en el que no creía; yo, que tengo fe en todo lo que su estúpido raciocinio desprecia; yo, que veo las sombras que se adhieren a los contornos de la certeza. Recuerdo la angustia, el crujir de los cimientos resquebrajados, la ausencia de asideros, mi infinita capacidad para encontrar el hueco, el testarudo agarre de mis dedos quebradizos. No, no supe mantenerte a salvo, pero sí flotar en el fango de la pena, mi boca como un pozo sin fondo, atesorando el aire que tus pulmones se negaron a digerir. Trato de resignificar el lugar más odioso de la Tierra; pero no puedo, salvo cuando es mi cuerpo el que aprisionan sus paredes asépticas. No hay monitores que transcriban los vaivenes de mi corazón estéril. Mejor así: nadie debería ser testigo de la calma de mi pecho ansioso. Siempre he sido víctima y verdugo; loba con piel de cordero, pero también oveja negra lapidada por sus congéneres blancas. Soy mil millones de contradicciones encarnadas en un único cuerpo, que se disuelve en contacto con la lluvia y se escurre bajo las suelas de tus zapatos. Mi hogar es siempre itinerante, lo que me salva y condena al mismo tiempo. Hay calles que saben más de mí que ningún hombre, puertas que custodian los secretos que sólo soy capaz de confesar ante el espejo, puentes de piedra (siempre de piedra) que me sostienen cuando todo lo demás se hunde y que me incitan a saltar, pero nunca en la dirección que lo hacen los suicidas (yo sólo soy capaz de ahogarme en mí misma). Recuerdo el canto de los pájaros, cuando todo lo demás callaba, y yo no sabía si habría un mañana similar a ese ayer que tanto añoraba. Recuerdo la luz del amor en la tiniebla de la incomprensión, las manos que me sostuvieron sin tocarme, los susurros de Dios suspendidos en cada latido de la tormenta. Recuerdo la fe enhiesta tras la duda, poste inquebrantable e indolente, faro incandescente que guía y que calienta. Recuerdo mucho más de lo que olvido y, aún así, se me escapan tantas cosas...
martes, 17 de diciembre de 2024
Chamartín
El tercio a media asta, la cabeza embotada y el cuerpo diluido en el deseo de
vivir y echar a correr. Dejo que mi dolor vuelva a columpiarse en las cuerdas de
tu guitarra desubicada. Bebo. Otro trago más y dejará de importarme lo que tus
ojos piden de mí, la forma en que tus dedos quieren allanar mis aristas, la
saliva que malgastas tratando de que sea alguien que no soy, un polluelo
machacado entre las fauces de tu amor constrictor. Tengo miedo. De robar
metáforas. De ser reina y esclava. De derramar mi sangre-tinta entre tus labios.
Del monstruo que habita en tu pecho, gemelo del mío, hambrientos ambos de almas
en pena incapaces de venderse al Diablo. De tu aliento de hielo y fuego. De mi
corazón envuelto en tinieblas. De todo aquello que no nombro para que no
encarne. Ya no me miento; pero continúo engañando, serpiente deseosa de que Adán
sea expulsado del Paraíso, Eva desnuda de hojas de parra que esconde su alma a
plena vista. Mírame. Soy todo aquello que no entiendes. Un lenguaje arcaico sin
Piedra de Rosetta que lo descifre. Una maldición egipcia. El quejido del ataúd
de Drácula, advirtiendo del peligro que corren a sus futuras víctimas
inconscientes. Huye. Aún estás a tiempo. Inventa una forma de salvarte y, luego,
rescátame de las garras de esta Nada que cada noche se convierte en Todo,
espanta la miríada de luciérnagas que aletea sombras en torno a mi cama,
conquista el derecho a penetrar en mis sueños, a violentar mi inconsciente, a
generar un verso suicida que abra la ventana y se arroje a las vías del tren.
Bosteza, antes de que termine la música y nuestras manos olviden los pasos del
vals de los fantasmas sin goznes. Cierra la puerta. Sé la barrera que media
entre su locura y mi falta de cordura. Abraza el grito que estalla cuando se
quiebra la punta del iceberg. Moldéalo a tu imagen y semejanza. Juega a ser
Dios, pero sábete hombre, hijo del polvo, pendiente de regresar a su origen. Tú
también eres misterio, aunque no seas consciente del temblor.
sábado, 30 de noviembre de 2024
La sombra de una duda
Siembro dudas, porque la certeza o te mata o te induce a matar y yo amo demasiado la vida como para contribuir mínimamente a su aniquilación. ¿Y si Descartes no fuera más que un timo? ¿Y si la piedra angular sobre la que apuntaló su castillo de naipes no fuera piedra, sino humo? ¿Por qué, si pienso, he necesariamente de existir? ¿Acaso no pensaba Augusto Pérez? ¿Existía? Algunos dirán que no y otros creemos que ha sido, es y será siempre más real que el autor que creyó crearlo. Un hombre, por cierto, cuyos interrogantes, a día de hoy, torturan cada noche a cualquiera que haya entrado en contacto con sus escritos, personas que intuimos siempre los pueblos pretéritos que yacen en el fondo de los lagos, en lugar de dejarnos cautivar por la aparente paz que se columpia en la superficie de sus aguas. Sí, sus apóstoles somos arqueólogos del miedo que no llegó a verbalizarse, del dolor enterrado bajo 10 toneladas de analgésico plomo ceniciento, de la tristeza anclada a los pulmones, royendo poco a poco nuestro aliento esencial, asfixiando cada célula de nuestro estúpido cuerpo secuestrado. Gritamos cuando nadie nos oye y callamos cuando todos escuchan, porque sabemos que la mayoría no está preparada para la batalla. Sólo sembramos dudas y rezamos para que, en el momento adecuado, esas dudas desplieguen sus alas y nos salven la vida.
domingo, 27 de octubre de 2024
Perseo
Te crees a salvo, lejos del vórtice del huracán; pero, créeme, nunca has estado tan cerca de salir volando por los aires. Duerme tranquilo, como si mi poder no habitara en tus sueños, y despierta luego sorprendido, empapado de tormenta y metáforas de hielo. Siembra espejos en los ángulos muertos de tu dormitorio y observa cómo ondulan tus convicciones más profundas. Vuelve a mí cuando todo lo demás se disuelva al entornar los párpados. Búscame en ese otro nivel de conciencia donde coincidimos por primera vez en esta enésima colisión sobre la Tierra. Sonríeme de la misma forma, incitándome a quedarme a tu lado para siempre (también cuando tus demonios intenten conquistar tu alma y debas bajar a los infiernos para rescatarte). Mira atrás. Recuerda el camino que pavimentaste con tus versos y luego elige cuál es el sendero que te conducirá a la transcendencia, la locura que rescatará tu nombre del olvido, el corazón que sangrará junto a tu cuerpo cuando el tuyo extinga sus latidos. No es fácil no convertirse en piedra al mirar frente a frente a la Medusa.
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