miércoles, 23 de enero de 2008

Imbecilidades

Érase una vez una imbécil que se enamoró de otro imbécil como ella. A pesar de que todo el mundo le repetía una y otra vez que el imbécil se moría por sus huesos, ella nunca creyó al mundo o, mejor dicho, nunca quiso creerlo; ya que, a pesar de ser una imbécil, era lo suficientemente lista como para saber que aquel imbécil no le convenía. No obstante el imbécil tonteó con ella y ella, como buena imbécil, tonteó con él, hasta que la cosa se puso demasiado seria y ella decidió poner tierra de por medio. Dicen que la distancia es el olvido. Puede que tengan razón. Al menos a ella la distancia le sirvió para fingir que le olvidaba. Pero como regalo de Reyes él le escribió un mail y a ella se le olvidó que le había olvidado. Claro que eso no es lo peor de ser una imbécil. Lo peor de ser imbécil es que puedes enamorarte de un nuevo imbécil sin haberte olvidado del todo del antiguo. Y puede que ese imbécil tontee contigo hasta que la cosa comience a ponerse seria y el nuevo imbécil decida poner tierra de por medio; ya que, a pesar de ser un imbécil, es lo suficientemente listo como para saber que esa imbécil no le conviene. Y lo más probable es que a la imbécil se le quede cara de tonta por no saber qué le jode más: si que el antiguo imbécil haya dado señales de vida o que no lo haya hecho el nuevo.

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