martes, 24 de marzo de 2009

Persecución

Tus palabras se expanden en mi cerebro.
Tus requiebros golpean las almenas de mis murallas.
No sé cuánto más podré aguantar, pero continúo resistiendo las embestidas de tus amorosos susurros.
Tensas el arco, apuntas y te preparas para efectuar el disparo mortal.
Nuestras miradas se cruzan sin mezclarse y me doy cuenta de que sólo deseo huir de ti.
Cupido hizo mal su trabajo, obligándote a fijarte en mí cuando yo nunca me acuerdo de ti.
Y, un segundo antes de que dispares, echo a correr como alma que lleva el diablo.
Atravieso verdes prados a la velocidad de la luz.
Las esquinas de mis ojos almendrados captan las sombras borrosas de árboles de nombres desconocidos.
Pero tú me persigues velozmente y, por más que lo intento, no consigo despegarme de tu insistencia.
Casi me rozas con tus dedos, mientras siento tu aliento de nuez en mi nuca.
Esquivo tu zarpazo y, con un inesperado quiebro de cadera, giro a la izquierda, en lugar de a la derecha.
Caes ante la brusquedad de mi cambio de rumbo, pero te rehaces rápidamente y continúas la persecución de tu sueño imposible.
El rocío de la mañana lava los arañazos de mis pies.
Casi no puedo respirar, pero continúo corriendo.
Sé que no podré dejarte atrás, pero no pienso dejarme atrapar.
Sólo espero que los dioses tengan piedad de mí.
Sólo quiero convertirme en laurel antes de que puedas tocarme.
Pero echar raíces nunca se me dio bien.
Y yo no soy una segunda Dafne.
Ni tú un nuevo Apolo.
Así que me rindo y me dejo atrapar.
Y como una ninfa vulgar en los brazos de cualquier fauno sé que no podré escapar de la cárcel de tu abrazo ni del anclaje de tus besos.

2 comentarios:

Laura dijo...

Cupido siempre errando. Se le perdona porque es ciego, que si no...
Besos.

santapecadora dijo...

¿Cupido es ciego? ostras, mierda, no lo sabía, aunque ahora me explico muchas cosas...