martes, 17 de marzo de 2009

Retrato

Historias sin cerrar y heridas que no comienzan a sangrar.

Granos de arroz al rojo vivo, que se incrustan en la piel, horadando su superficie, marcando la epidermis con el tatuaje de un error incorregible.

Tumbos en el pasillo de tu indiferencia.

Ecos lejanos de carcajadas ignoradas.

Palabras que callan y silencios que gritan.

Hervidero de ideas irracionales.

Sol brillante, que alumbra y deslumbra, que hiere la retina, que ciega y confunde, que dificulta el camino y que convierte en astros incandescentes las siluetas de desconocidos que colisionan en las calles de la gran ciudad.

Boca pastosa. Labios resecos. Sed diabética.

Miradas desenfocadas y difusas, escondidas tras los cristales de gafas cuadradas. Miradas miopes, incapaces de captar la esencia de tu alma retorcida y atormentada.

Sonrisas traviesas e inocentes, rellenadas por dientes apelotonados, que luchan por un espacio inexistente. Dientes torcidos sostenidos por rosadas encías retraídas. Dientes grises que muerden las cuerdas que aprisionan el miedo de volverte a ver.

Choque de esmaltes desgastados por dentelladas no buscadas.

Barbas despobladas que hacen cosquillas al mecerse en las pálidas mejillas de infantiles muñecas de porcelana.

Uñas mordidas, fagocitadas, a veces tragadas con fruición y otras escupidas con desdén.

Venas exaltadas, troqueladas sobre manos fuertes y firmes, trepando hasta unos dedos Chopinianos que pulsan los resortes ocultos de un cuerpo inexplorado, desmadejado e indefenso, que yace mansamente sobre la llanura inabarcable de una cama de matrimonio desconocida.

Despertares accidentados. Carreras a destiempo. Caídas sin zancadillas ni socabones en la acera. Esguinces mal curados. Tobillos que crujen al trazar círculos inestables en el aire. Rodillas que tiemblan ante el avance de lo inevitable. Lúgubres quejidos. Gemidos entrecortados. Dolor lacerante. Placer inquietante. Colores radiantes. Calor sofocante. Corazón galopante.

Olor a hierba recién cortada, a césped empapado, a tierra henchida de flores no arrancadas.

Retrato de ecos audibles procedentes de otras vidas, cuadro de sensaciones esbozadas, ensueño de amores imposibles, historias interminables que deben ser contadas en otro momento y en otro lugar.

2 comentarios:

anselmo dijo...

No se si lo he entendido, pero a mi me parece una alegoría del nacimiento, crecimiento, vida y muerte.
Un saludo

moonriver dijo...

¡Uf! La verdad es que no lo entiendo ni yo. Al principio sólo quería trazar unas breves pinceladas de una tarde de domingo, pero la cosa se me fue de las manos y cuando me quise dar cuenta estaba hablando de quemaduras físicas y describiendo físicamente a un tío al que me encantaría conocer, todo ello aderezado con recuerdos imaginados y altas dosis de ficción. En fin...