lunes, 22 de junio de 2009

Armisticio

Iluminada por la claridad
de un día sin principio ni final.
Oscurecido por una noche sin luna
y por los alcoholes que siempre le acompañan a la una.
Ella y él,
en el centro de la esquina de aquel bar.
Miradas que se cruzan y entremezclan,
que se enganchan y revientan.
Corazones que galopan desbocados,
jóvenes que se sienten desarropados,
locos esperanzados,
recuerdos olvidados.
Manos que se buscan y se pierden,
chispas que saltan y no prenden.
Roces ocultos,
estúpidos bultos,
personas interpuestas para distraer la atención,
palabras que explotan en el centro del corazón.
Pensamientos adúlteros provocados por sustancias adulteradas.
Deseos ocultos reprimidos por emociones soterradas.
Huidas a destiempo,
persecuciones sin tiento.
Risas de madrugada,
duendes que no dan la cara.
20 canciones de amor
y un poema desesperado.
Magia en el aire,
previa al imperdonable desaire.
Miedo cerval,
que no deja andar.
Espinas de rosal,
que hieren sin cesar.
Un quiero y no puedo
y un te marchas y me muero.
Un loco de atar
y una imbécil singular.
Un rosario de excusas
y un ataque de medusas.
Una bomba nuclear
y una explosión espectacular.
Un susurro estrepitoso
y un beso aguardentoso.
Una rendición sin condiciones
y una victoria sin parangones.
Unas medias con carreras
y unos labios con boqueras.
Un sujetador perdido
y un perdido redimido.
Un adiós que rebota en las paredes de la habitación
y un hasta luego que se pierde después de la colisión.
Palabras que acuden en tropel
y silencios que se vuelven del revés.

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