jueves, 5 de noviembre de 2009

Eduardo

Acodado en la barra del enésimo bar que visita esa noche, Eduardo trata de utilizar las últimas neuronas que le restan para calcular cuántos litros de whisky serán necesarios para diluir sus amargos recuerdos en la bruma de la inconsciencia etílica. Ya no le queda nada que merezca la pena recordar. Sólo le resta un dolor crónico del alma que le ahoga constantemente. No quiere vivir, pero no tiene fuerzas para suicidarse. ¿Cuánto tiempo tardará en reventarle el hígado? Ésa es la pregunta del millón de dólares. Y juega a adivinar la respuesta correcta mientras vuelve a empinar el codo y el Jack Daniel's abrasa su ahumada garganta.

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