martes, 7 de septiembre de 2010

Gorka

Dicen que matar es fácil. Un fuerte golpe en la nuca, un disparo que alcanza algún órgano vital, un empujón desde la ventana de un 20º piso, una navaja que secciona las venas o las arterias adecuadas... El cuerpo humano es frágil y múltiples son los medios para obligarlo a dejar de respirar. Eso dicen, pero Gorka sabe que no es verdad. Algunas almas se aferran con uñas y dientes a su cuerpo, por muy destruido que esté éste, negándose rotundamente a abandonar este mundo. Gorka ha tenido suerte; porque, hasta hace poco, todas sus víctimas se habían dejado asesinar sin oponer ningún tipo de resistencia. 23 enemigos ideológicos y políticos aniquilados. Uno de los mejores currículos de la banda terrorista a la que Gorka pertenece desde los trece años. Y, entonces, apareció Mikel, convirtiéndose en la primera mancha de su inmaculado expediente. Bien es cierto que Mikel nunca estuvo en la lista de objetivos que sus jefes entregan a Gorka cada año; pero el hecho de no ser capaz de eliminar al primer y único asunto personal que se ha cruzado en su camino sólo aumenta su frustración. Gorka y sus secuaces destrozaron a conciencia el frágil cuerpo de Mikel. Lo golpearon y pisotearon con todas sus fuerzas y todos ellos habrían jurado sobre la Biblia que a ese amasijo informe de sangre, huesos rotos y órganos internos machacados y triturados al que había quedado reducido Mikel no le quedaban ni dos telediarios. Pero Mikel se obstinó en contradecir lo indubitable. Su alma se ancló a todas y cada una de sus células, infundiéndoles vida y obligándolas a cicatrizar sus heridas más mortales. Nadie entiende cómo ha podido superar lo insuperable y sobrevivir para contarlo, pero el padre de Gorka le advirtió que, algún día, una de sus víctimas se negaría a ser asesinada. Gorka siempre confió en que, si era lo suficientemente cuidadoso y contundente a la hora de ejecutar sus asesinatos, no tendría que enfrentarse a ninguna derrota de este tipo e ignoró la paterna advertencia. Por supuesto, esto es sólo una batalla perdida. Aún queda mucha guerra por delante. Mikel únicamente ha obtenido una pequeña prórroga, antes de que Gorka termine de ejecutar su sentencia de muerte. Mikel es uno entre un millón, la excepción que confirma la regla de que una herida o un golpe mortales son siempre mortales. Pero, entonces, después de que la última bomba colocada por Gorka segara la vida de siete personas, reafirmando a nuestro terrorista sin escrúpulos de conciencia en la idea de que él es más dios que Dios, pues puede matar a quien quiera, cuando quiera y como quiera, apareció Sara. Sara era un objetivo fácil. Una joven fiscal recién llegada a un pueblecito perdido del País Vasco que renunció a cualquier tipo de escolta, por considerarlo más un engorro que no le apetecía soportar que una verdadera y acuciante necesidad. Ordenada y metódica, Sara es de costumbres fijas e inamovibles, una perita en dulce para cualquiera que planee eliminarla de este mundo. Dos semanas de seguimiento fueron más que suficientes para que Gorka concluyera que el parking donde guardaba su coche al volver del trabajo, siempre a las 15:30 h, minuto arriba, minuto abajo, era el lugar idóneo para acabar con su vida sin ningún tipo de testigos, teniendo en cuenta la escasez de vehículos custodiados en aquel garaje privado. El jueves 29 de julio de 2.010 fue el día fijado para ejecutar la inexorable sentencia de muerte. A las 15:30 h, haciendo gala de una puntualidad más británica que española, Sara entró en su cadalso. A las 15:31 h, apagó el motor de su Audi A3, recogió sus cosas y salió del coche. A las 15:32 h, Gorka surgió de detrás de una columna y la apuntó con una de sus pistolas favoritas. Los tiros en la nuca vienen bien para foguearse al principio, pero Gorka ya había llegado, hace tiempo, al punto en el que ver el terror ante una muerte inminente reflejado en la cara de sus víctimas es lo único capaz de incrementar los niveles de adrenalina en sangre. A las 15:33 h, sin entender la estúpida sonrisa de autosuficiencia que iluminaba la cara de Sara, Gorka apretó el gatillo, pero nada ocurrió. A las 15:34 h, Gorka, tremendamente enfurecido, apretó el gatillo por segunda vez, pero tampoco ocurrió nada en esta ocasión. A las 15:35 h, Gorka apretó el gatillo 20 veces seguidas sin que ninguna bala se decidiera a volar los sesos de una, cada vez más, divertida Sara. A las 15:36 h, la condenada a muerte, muerta de risa, preguntó: “¿Puedo irme ya?” A las 15:37 h, Gorka disparó al aire y una rápida y decidida bala se empotró en el techo del parking convertido en cadalso de una ejecución que no terminaba de ejecutarse. A las 15:38 h, Gorka volvió a apuntar a la frente de Sara y apretó el gatillo por enésima vez y, por enésima vez, nada ocurrió. A las 15:39 h, Sara volvió a abrir la boca para decir: “¿Por qué no colocas el cañón de la pistola en tu sien y disparas, a ver qué pasa?”. A las 15:40 h, mientras todo en lo que creía se desmoronaba, Gorka articuló un débil y casi ininteligible “¿Qué?”. A las 15:41 h, Sara contestó: “Yo me apostaría lo que quieras a que yo acabaría con la cara pringada de tu enfermiza sangre de asesino impenitente”. A las 15:42 h, Gorka volvió a disparar al techo, otra bala abandonó el cañón de su pistola y, al volver a disparar el arma contra Sara, no se produjo ninguna detonación. A las 15:43 h, Gorka, a punto de echarse a llorar, preguntó: “¿Pero qué cojones es esto? ¡No lo entiendo! ¡No puedo entenderlo!”. “Pues no seré yo quien te lo explique, que tengo que hacerme la comida y ya me has hecho perder demasiado tiempo”, contestó Sara, mientras echaba a andar hacia la puerta. A las 15:44 h, Gorka la agarró del brazo violentamente y le espetó: “O me dices ahora mismo qué es todo esto o te juro que te mato”. A las 15:45 h, Sara, mirando de manera desafiante a su proyecto de verdugo, respondió: “¿Si no te lo explico me matas? ¿Y qué es lo que has estado intentando hacer todo este tiempo?”. A las 15:46 h, Sara apartó a Gorka de su camino y salió tranquilamente del parking. A las 15:47 h, Gorka seguía sin entender nada. A las 15:48 h, Gorka no sabía qué hacer. A las 15:49 h, Gorka se acordó de Mikel y una rabia incontrolable se apoderó de todo su ser. A las 15:50 h, Gorka salió a la calle y mató a tres personas que tenían la mala suerte de pasar por allí en ese momento. A las 15:51 h, Gorka comenzó a llorar desconsoladamente. A las 16:18 h, Gorka fue arrestado y conducido a la comisaría más cercana. A las 10:05 h del jueves 2 de septiembre de 2.010, Gorka, tras haber sido sometido a múltiples exámenes psiquiátricos, fue internado en un manicomio. Hablaba de milagros y de la crueldad divina, de la fragilidad de algunas existencias y la indestructibilidad de otras vidas, del destino y la fuerza de los hados, de la insignificancia del ser humano y de otros temas filosóficos que nadie en su sano juicio se atrevería a cuestionar hoy en día. No dormía por las noches y gritaba a deshoras gritos ininteligibles e infernales. Deseaba morir con todas sus fuerzas para dejar de oír las socarronas voces que poblaban su cabeza. Desgraciadamente para él, aún no había llegado su hora.

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