lunes, 27 de octubre de 2008

Marta

Dormida en el sofá, Marta se retuerce sin parar. Hace tiempo que no sueña, tan sólo tiene pesadillas causadas por su mala conciencia. Le gustaría cambiar ciertas cosas, pero a veces no sabe muy bien qué sería mejor: si no haber intentado nada con los tíos casados con los que se ha liado o haber intentado algo con el único tío comprometido al que siempre respetó. Al principio estaba convencida de que su pasividad en ese caso se debió a que, por aquel entonces, todavía sabía lo que significaban las palabras bueno y malo. No obstante, con el paso del tiempo, surgió una incómoda y molesta idea en lo más profundo de la retorcida mente de nuestra protagonista y es que, muy en el fondo, Marta sabe que el principal motivo por el que no intentó nada con Carlos fue el miedo a que éste le siguiera el rollo. Al fin y al cabo no habría sido capaz de afrontar el hecho de que el hombre de su vida fuera tan cabrón como el resto de los mortales. Y como Marta no es chica de certezas ni de verdades inquietantes prefirió quedarse con la duda existencial y fingir que el único motivo por el que no había habido nada entre ella y Carlos era que éste tenía novia y estaba profundamente enamorado de la misma.

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