domingo, 4 de enero de 2009

Marta

Marta necesita con urgencia un baño caliente. Aún no sabe cómo, pero ha sido capaz de reincorporarse a su absurdo trabajo. Se ha pasado el 90 % del tiempo convenciéndose a sí misma de que, si prestaba la suficiente atención y ponía el necesario empeño, podría acabar descifrando el mensaje codificado entre las líneas que la contemplan de manera impertinente desde la pantalla de su ordenador. Al final del día está casi convencida de que el jodido mensaje es "Zorra". Ahora sólo le queda averiguar quién es el emisor y cifrador de tan degradante calificativo. ¿Su jefe o la cornuda mujer de su jefe? ¿O quizá alguna de esas mojigatas compañeras de trabajo cuyos maridos se van de putas ante la manifiesta y palmaria incapacidad de sus mujeres para satisfacer sus demandas sexuales? En cuanto al 10 % restante de su jornada laboral, lo ha dedicado a fingir que no escuchaba ninguno de los cuchicheos maliciosos provocados por su inesperado regreso. Pocos esperaban que se atreviera a volver a la escena del crimen y todo el mundo la critica por su falta de escrúpulos y su cínica conducta. A Marta le gustaría gritar a los cuatro vientos las veces que hizo horas extras en el despacho de su felizmente casadísimo jefe; pero se reprime, porque aún conserva la absurda e infundada esperanza de volver a follar encima de la mesa de caoba donde comenzó todo. Al menos así ganaría una pequeña batalla, aunque sepa de sobra que la guerra está perdida desde antes de que se declarara el bélico conflicto.

1 comentario:

Laura dijo...

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Y desde luego que la batalla está perdida.
Besos.