jueves, 29 de abril de 2010

Jordi

El agua está tan caliente que duele, pero Jordi necesita desentumecer sus agotados músculos y derretir la escarcha adherida a sus pestañas. Ha sido un día largo o, quizá, una semana kilométrica o, tal vez, un mes eterno, un año excesivamente dilatado y una existencia totalmente prescindible. Odia su vida y maldice el momento en el que entró en la espiral que, actualmente, le impide respirar. No sabe cómo escapar de sí mismo ni de los anodinos seres que le rodean. Día tras día repite la misma rutina vacía de sentido y resuelve problemas distintos que, en el fondo, son siempre el mismo: cómo obtener el máximo beneficio. Día tras día se promete que, tarde o temprano, mandará a todo y a todos a tomar por culo y sólo se preocupará de sí mismo, de lo que quiere, de lo que sueña, de lo que necesita. El problema es que hace tiempo que olvidó lo que podría hacerle feliz. A veces piensa que María podría ser la solución a todos sus males. ¿Qué habrá sido de ella, por cierto? Nadie lo sabe y a nadie le importa. ¿Por qué preocuparse de una cría que se cambió de colegio hace algo así como mil años? Es difícil conservar las amistades infantiles y mucho más seguir enamorado de una niña que se convirtió en mujer lejos de su vista. Pero Jordi está convencido de que ella es la única chica capaz de hacerle sonreír en el día más gris. Aún recuerda con nostalgia sus juegos preescolares, sus descubrimientos pueriles y sus secretos infantiles. Lo cierto es que Jordi tiene la extraña y absurda sensación de que sólo ha sido feliz durante los escasos y lejanos momentos que compartió con esa flacucha e hiperactiva niña rubia de ojos azules que se cambió de colegio y quién sabe si de ciudad justo antes de empezar la EGB. Pero Jordi se equivoca de parte a parte. Es difícil determinar cuándo se ha sido realmente feliz y Jordi no es consciente de que lo único que ha hecho vibrar de verdad las cuerdas de su arpa interna fue el tirón de pelo que le dio Natalia justo después de que él le arrebatara la Barbie que le habían traído los Reyes Magos. Sólo entonces sintió esa corriente eléctrica que otorga vida a los corazones más oxidados, pero que suele asustar a quien no está acostumbrado a sentir más que hastío y hartazgo de sí mismo. Sí, Jordi, al ser víctima de dicho ataque defensivo, intuyó que Natalia era la única adversaria que podría derrotarle algún día y eso le hizo sentir vivo por primera y última vez desde que vino al mundo. María, a tres metros de la escena, captó los seísmos que comenzaban a generarse en el epicentro de las almas de ambos críos y pronto comprendió que debía alejar a Jordi de Natalia si no quería verse destronada antes de tener sobre su cabeza la corona de consorte del chico más guay de toda la clase. Su melena dorada y sus celestes ojos sirvieron de maniobra de distracción y Jordi pronto olvidó ese momento de plenitud que jamás volvió a repetirse en toda sus existencia. María se encargó de alejarle de su yin y otras muchas rubias posteriores terminaron por hacerle olvidar a la pelirroja que osó enfrentarse al mismísimo hijo del Zeus del mundo de las finanzas catalanas. Y mientras Jordi utiliza a una imaginada María ya adulta como fuente de inspiración para su enésima masturbación nocturna; Natalia, totalmente insatisfecha, yace en la cama de un nuevo desconocido que aún no ha entendido que el sexo es una guerra que nunca se gana si no acabas derrotado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja, qué bueno! He venido a dejarte un comentario y acabo de encontrarme con este post. Me encanta leer tus historias!

Anónimo dijo...

Estaba escuchando esta canción y me pareció perfecta para tu post de hoy, así que por aquí te la dejo.

http://www.youtube.com/watch?v=qHDt2t0oO7g

moonriver dijo...

La letra me gusta. La música no tanto. Pero gracias por la recomedación.