sábado, 5 de julio de 2008

Promesas

Siempre me ha parecido curioso el tema de las promesas. Hay mucha gente que tiene la mala costumbre de prometer cosas que luego no puede cumplir. Yo, cuando le prometo algo a alguien, suelo cumplirlo. Pero la cosa cambia cuando me prometo cosas a mí misma. A ver si me explico. Cuando le prometo algo a alguien procuro que sean cosas que pueda cumplir y, una vez que lo he prometido, trato de no faltar a mi palabra por todos los medios. El problema es que tiendo a prometerme cosas a mí misma que, en el fondo, no quiero cumplir. Trataré de poner algunos ejemplos. Soy una persona con múltiples defectos. Algunos de ellos no me molestan en absoluto, como mi cabezonería. Sé que a veces me trae problemas, pero otras se convierte en mi mejor virtud. Pero también hay cosas que detesto, como mi egoísmo, tanto con las cosas materiales como con mi tiempo. Tampoco me gusta ser una criticona o una cotilla, pero lo soy. Y da igual cuántas veces me prometa que voy a cambiar, al final, nunca lo hago. Y es que lo del egoísmo me sale solo, aunque no quiera, y lo de criticar y cotillear, aunque sé perfectamente que está mal, es demasiado divertido, sobre todo, cuando lo hago con mi hermana o con Jorgito. Y luego están mis múltiples adicciones. La adicción a sacar libros de la biblioteca, mi adicción a comprar más libros de los que puedo leer, mi adicción a comprar ropa barata que realmente no necesito, mi adicción a quedarme despierta hasta las tantas haciendo cosas que podría hacer por el día, mi adicción a bajarme música de internet, mi adicción al cine, mi adicción a coleccionar recuerdos...De vez en cuando me prometo que no volveré a ser víctima de estas adicciones, que no dejaré que vuelvan a dominarme, pero siempre termino cayendo. Devuelvo un libro de la biblioteca y me saco dos porque me llaman desde las estanterías. Obligo a mi padre a que se suscriba a una colección de Stephen King y disfruto viendo cómo sus obras se acumulan a mi kilométrica lista de libros pendientes de lectura. Voy al Factory y, aunque resisto la tentación en las primeras tiendas, acabo arrasando en el outlet de Mango. Me acuesto como pronto a las 3 de la mañana y algunos días a las 6, cuando los pajaritos comienzan a cantar y la gente se levanta para ir a trabajar. Cargo el emule hasta los topes y consigo llenar el disco duro de mi ordenador en un pis pas. Voy al cine todas las semanas echen lo que echen o atraco a mi tío y me llevo a casa, nada más y nada menos, que 11 películas que, en su mayoría, me veo a las tantas de la mañana, que por el día no tiene tanta gracia. Guardo cualquier chorrada que me encuentro y que asocio a algún momento de mi vida y las acumulo en cajas que ya casi no caben en mi armario. Y cada vez que caigo en alguna de mis tentaciones me prometo que la próxima vez seré fuerte y resistiré, pero cuando llega el momento caigo como una tonta. Y es que, en el fondo, disfruto demasiado con mis pequeños vicios como para abandonarlos de modo definitivo, por muy absurdos que puedan resultar.

1 comentario:

Laura dijo...

No seas tan negativa contigo misma, seguro que tienes muchísimas virtudes. Es más, lo que tú consideras defectos yo no los veo así. Cotillear, al que más y al que menos le va un poquillo. Te encanta leer, ojalá todo el mundo leyera; ir al cine, estupendo. Lo de la ropa mira, si no te hace falta, pero tampoco es algo malo. Lo de coleccionar recuerdos es bonito, yo también lo hago. Saludos.