martes, 24 de junio de 2008

Una noche de verano

Paseo tranquilamente por las calles de mi ciudad, mientras disfruto de la soledad de las mismas y del frescor nocturno.

De pronto, me detengo a contemplar la iglesia iluminada por unos focos que no existían en mi niñez.

Recorro la fría piedra con mi mirada y me imagino hermosas fotografías realizadas por expertos profesionales que nunca serán capaces de captar su auténtica esencia.

A continuación echo la cabeza hacia atrás y me pierdo entre las estrellas del límpido cielo.

La felicidad está hecha de pequeños momentos como éste, de la belleza indescriptible de una noche de verano.

1 comentario:

Laura dijo...

Exacto: la felicidad se ve en pequeños instantes como ese. Aspirar a ser felices todo el rato no es muy rentable, nadie lo es las 24 horas. Por eso hay que aprovechar los momentos felices. Saludos.